miércoles, 15 de julio de 2020

GRITOS DE MUERTE

GRITOS DE MUERTE
Por Marga Centevarg

Prontamente se ha asomado  el invierno con abundantes chubascos y truenos en nuestro terruño bendito, esta tierra morena, sufrida de hombres y mujeres guerreros que arrastran cadenas de una historia de colonizacion y saqueo.

Llora el cielo con el invierno mojado en esta tierra de pueblos vivos,  ahora con olor a muerte por el coronavirus. En cada destello del amanecer abro mis ojos vidriosos, por lagrimas de sentimiento, de tanto hermano guanaco que esta partiendo con el hades y plagado de covid por dentro.
 
Mi alma, mi ser, de tarde en tarde llora con el sol metiendose y el sentimiento
de la vida a mares que esta sucumbiendo en esta pandemia  de horror, en este terrible confinamiento.

Nocturnidades de oración y plegarias por las almas que parten al otro mundo.
Sueños impregnados de un futuro incierto, noches de desvelos, amaneceres en penumbras nadie sabe quien esta en la lista, sólo resta cuidarse y no salir de nuestros aposentos.

Aire de muerte vislumbra por las calles y  ciudades, golpeando con el viento el presentir de muerte por el virus que abraza con su manto sangriento y asfixiante a todo aquel ser mas vulnerable.

Almas deambulantes, quiénes sobrevivirán, es un  presagio de muerte por un coronavirus sangriento y hambriento de muertes que limpia la atmósfera de un planeta agonizante que el mismo hombre ha contaminado.

Lluvia invernal veinte veinte, la primera,
ha desquiciado el dulce letargo de la vida precaria, la certeza de partir de los mas grandes y debiles, ya con covid, ya con amanda al fin es igual es olor a muerte.

Mi yo se vulnera con tanto grito de muerte cada vez más cerca, cada vez más ausente, solo es cuestión de tiempo, solo es cuestión de muerte.

Si me toca partir, que sea con mi lápiz en mano, con mis deseos de vida, con un legado dejado, mediante una huella literaria indeleble, escrita con mi sangre morena y mi orgullo bendito de no haber pasado por esta penumbra de vida,  sin un hito en la historia desde una Santa Ana dorada mirando a lo alto desde mi amado cerro tecana que me vio nacer, que me vio crecer y el cual sera mi aposento eterno.

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